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Esta región donde puedo pasar del mar a las montañas en pocos kilómetros me ha conquistado. Unos ochocientos kilómetros de costas divididos entre dos mares, el Jónico y el Tirreno. Las montañas del interior, con cientos de pequeños pueblos, cada uno más interesante que el otro, hasta ahora poco explorados por mí. Un mundo por descubrir llamado Aspromonte, Pollino, Sila. Sobre todo, gente acogedora, orgullosa de su tierra y de sus tradiciones. Los dos viajes que he hecho hasta ahora me han hecho percibir kilómetros de playas semidesiertas solo para mí, y castillos desconocidos para la mayoría donde por un día puedes sentirte caballero del sacro imperio romano. Un capítulo aparte lo merece la cocina calabresa, con sus productos típicos. Mis platos preferidos son: Laganelle e Ciciri, Bacalao a la Cosentina, todas las verduras desde las berenjenas hasta los pimientos, desde las cebollas de Tropea hasta los varios tipos de guindilla. Los cítricos de Calabria son insuperables: desde el bergamota hasta la mandarina, desde el cidro hasta el limón. Por último, para los vinos, un tinto rubí: el Savuto.

Superficie: 6649,96 km² Población: 711.739 Municipios: 155
Rocca Imperiale: Castillo Suabo
Rocca Imperiale: Castillo Suabo



Pocos kilómetros después de mi entrada en Calabria, dejo la concurrida carretera estatal jónica y me encuentro en una encrucijada: por un lado Rocca Imperiale Marina con sus hermosas playas frente al mar Jónico, por el otro el centro histórico. Esta vez me inclino por este último, y hago bien. Primero por una carretera salpicada de huertos de cítricos, luego por las curvas que llevan al Castillo Suabo. Esta fortaleza está perfectamente conservada. Al entrar en el patio me impresionan las poderosas torres, en el puente levadizo están grabando una telenovela con la actriz vestida de gasa, quizás la escena de una boda. El director, tras dejar el dron para las tomas, me hace algunas fotos decentes para poder publicar. En el interior el castillo está vacío, salvo la imagen de un guerrero, algunos bustos y una foto sobre un arcón. Subo hasta las torres almenadas donde mis ojos dominan el interior hasta el mar. Bajando hacia el burgo medieval me llaman la atención algunos cuadros de cerámica colgados en las paredes de las casas, en uno el texto de la canción "Emozioni" escrita por Mogol e interpretada por Lucio Battisti. Más abajo por los callejones hasta la espléndida Iglesia Madre. Solo el tiempo para comprar algunos limones, producto símbolo de Rocca Imperiale, y luego de este tórrido día de agosto queda un dulce recuerdo.
Entrando desde el norte en el municipio de Amantea, mi mirada se posó en algunas rocas que emergen no muy lejos de la costa. Son los Scogli di Isca, un oasis marino protegido por WWF, paraíso para los amantes del snorkel. Desde allí en adelante comienza el paseo marítimo de la ciudad, caracterizado por muchos establecimientos de baño, algunos de los cuales gestionados por grandes hoteles como en el que me alojaba; aquí durante el día siempre había animación y una noche los animadores organizaron un evento iluminando el sendero que desde el hotel llevaba a la playa. En ese punto la costa es en su mayoría de arena mezclada con grava y el mar es de un azul pálido. Bajando hacia el sur, la costa alterna amplias playas semidesiertas con calas entre rocas. Siguiendo por la carretera estatal tirrena se llega finalmente a Coreca; aquí la playa es en gran parte libre; no es muy grande pero sí muy bonita; la grava al entrar en el mar da paso a los guijarros, el mar es transparente, y cada vez me quedaba en el agua el mayor tiempo posible.
Esta ciudad costera fue protagonista de unas relajantes vacaciones junto al mar. Lo cual no me impidió visitar algunos lugares interesantes: en primer lugar la Iglesia de San Bernardino de Siena, a la que se llega por una larga y sugestiva escalinata; luego continué por la parte antigua, subiendo por empinadas callejuelas hasta la antiquísima Iglesia de San Francisco y desde allí vi las ruinas del Castillo. Desde lo alto, la vista sobre el Tirreno es espectacular y la mirada llega hasta Stromboli. Así se hizo mediodía, y bajando por las estrechas callejuelas encontré una posada. Era una vivienda en la que la amable dueña había dispuesto algunas mesas en el primer piso; allí me sirvió sabrosos entrantes, con verduras en aceite hechas en casa, y una fritura con el pescado del día. Dulcis in fundo, para la digestión, di un paseo por el Parque de la Gruta, un sitio excavado en la roca rico en plantas mediterráneas a dos pasos del mar.